La mandarina es una de las frutas más queridas y esperadas de la temporada otoño- invierno, no solo por su delicioso sabor, si no por las propiedades y vitaminas que nos aporta al consumirla.

La mandarina, o igual llamada por su nombre científico “Citrus reticulata”, es una fruta pequeña y redonda, con colores que pueden varíar desde el amarillo hasta el rojo anaranjado, dentro contiene una pulpa dulce y jugosa que se divide en gajos.

Su origen se remonta al sur de China, donde las primeras referencias a su cultivo se sitúan en el  siglo XII aC. Un dato curioso es que su nombre se debe al color de los trajes que vestían los mandarines, que eran los gobernantes de la antigua China y quienes tenían el privilegio de poder comer la deliciosa fruta.

La mandarina ha pasado por cambios desde su pasado asiático, existiendo actualmente tres variedades principales:

Clementinas, son las que conocemos y típicas de la época decembrina.

Híbridas, creadas a partir de la mezcla con otros cítricos.

Satsumas, frutas japonesas más delicadas y con gran cantidad de jugo. 

Actualmente, la mandarina es reconocida por tener una importante cantidad de propiedades, principalmente el ácido fólico, ya que 100 gramos aportan el 40% del requerido al día. También contiene dosis pequeñas de B1, B2 y B6, potasio, calcio y magnesio, hierro, zinc, fósforo y pectina.

En la gastronomía, se puede aprovechar cada parte de la mandarina, desde la cáscara, el jugo e incluso las hojas en infusión. Además, puede ser utilizada en la industria cosmética de diversas maneras y hasta en la farmacéutica o medicinal.

Fuente:
Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural